Gastronomia Carne en Lisboa

Todos los países tienen sus símbolos. Perduran en el tiempo, llevan el nombre de la patria más allá de las fronteras. Por ellos, los pueblos se unen y celebran.
Por ellos, las tradiciones se afirman y se renuevan. También pasa lo mismo en Portugal, tierra de Amalia Rodríguez y de Eusebio, raíz del fado y del fútbol.
Y del bacalao, una de las memorias más sabrosa de nuestra tierra.
Lo más curioso en toda esta historia es que el alimento más simbólico de Portugal no se pesca en sus litorales, teniendo que ser importado en toneladas.
No hay muchos casos como este en el mundo, pero quizá ahí resida mucho del misticismo del "viejo y fiel amigo".
Mundialmente apreciado, la historia del bacalao es milenaria, pues existen registros del siglo IX que certifican la existencia de fábricas para procesarlo en Islandia y Noruega.
En la costa de España, en el siglo XV, se empezó a salar y a secar el bacalao en las rocas, al aire libre, para conservarlo mejor. La primera industria de conservas seria aparece en Noruega, por intermediación del holandés Yapes Ypess, al que todavía hoy se le considera el " padre del bacalao".
En la época de los descubrimientos portugueses, el bacalao alcanza el estatus de delicia gastronómica. En los grandes viajes, los descubridores lusos necesitaban llevar alimentos fáciles de conservar. Después de probar con varios pescados, el bacalao fue el mejor.