En la Universidad de Navarra se ama la libertad
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En la Universidad de Navarra se ama la libertad
Los de siempre han hecho lo de siempre, lo único que saben hacer para defender sus ideas: atemorizar, asustar, crear terror. Y esta vez no han matado a nadie, literalmente, de milagro.
El coche bomba en la Universidad de Navarra ha sido una nuevo intento, y ya van seis, de poner frente a las ideas los explosivos, frente al razonamiento sereno el berrido salvaje, frente a la defensa de la vida el objetivo de su aniquilación, frente al esfuerzo y el sacrificio personal y silencioso de varios miles de personas que impregna la vida diaria de la Universidad de Navarra el recurso a la paranoia asesina como único, pobre y triste argumento con el que pretenden aniquilar a quien les dice que no.
Esta vez, y ya van seis, tampoco ha muerto nadie. Pero no hay que olvidar que la Universidad de Navarra la fundó un santo: san Josemaría Escrivá, y digo yo que alguna mano echará desde el cielo. Claro que eso a ellos les trae sin cuidado. Es más, les molesta. No lo entienden. Les repatea.
Yo estuve pasando durante años, todos los días varias veces, justo por el lugar donde ha explotado el coche bomba. Era un estudiante de Periodismo que, como muchos, iba varias veces al día del Edificio Central a la Biblioteca y de las Torres de Belagua a los Comedores Universitarios.
El Edificio Central es de estilo neoclásico, hecho con piedra de granito, y recuerdo que a los nuevos se les tomaba el pelo diciéndoles que era un edificio del siglo XVIII, hasta que averiguaban o les decían que era de los años sesenta. Pero, claro, en la Universidad de Navarra las cosas se hacen bien desde el principio y para que duren. Y ahí está nuestro querido Edificio Central, que ha aguantado ya seis atentados y sigue como el primer día que lo inauguraron, en 1964, con su Bar de Faustino, centro neurálgico de reuniones estudiantiles, y sus pasillos, aulas y dependencias amorosamente cuidados y limpios.
Y todo esto les molesta, como decía, les da mucha rabia. Yo lo viví justo en los albores de la Transición. Mi primer examen de primero de Periodismo tenía que haber sido el día de la muerte de Franco. Eran tiempos de tensión, en los que un buen número de estudiantes manifestaban públicamente sus planteamientos aberzales. La libertad de expresión era total, siempre que estuviera dentro del respeto mutuo. Eran los primeros pasos en nuestra educación para la democracia que íbamos aprendiendo sobre la marcha. En la Universidad de Navarra nos enseñaban, y lo siguen haciendo, a amar apasionadamente la libertad, pero no sólo la nuestra, sino la de todos y cada uno, incluso la de aquellos que rabiaban contra la propia Universidad. Y no era una palabra hueca. Estaba llena de contenido profundo. Entonces sonaba muy novedoso, pero era un mensaje tan viejo como el cristianismo: la libertad de quien se sabe hijo de Dios.
Como decía, en la Universidad de Navarra, además de prepararte al máximo nivel para la profesión que has elegido, el ambiente que se respira es el de gente que quiere hacer bien las cosas, que se esfuerza, que es leal con sus amigos, que está siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesita, que sabe sacrificarse por las cosas que valen la pena y que, en definitiva, te mira a los ojos con nobleza, con sinceridad, con cariño, sin retranca.
Sé que algunos dirán que describo un paisaje idílico y casi bucólico. No me importa. Es tan real lo que digo, que hay miles de testimonios de estudiantes de muchísimos países del mundo, de distintas culturas, incluso de distintas religiones, que han pasado por las aulas de la Universidad de Navarra y se han quedado maravillados de comprobar, día a día, todo esto que estoy diciendo. Claro que, si uno va "a lo suyo", sin importarle en absoluto todos estos valores que describo, no será capaz de apreciarlos y, en algunos casos, como decía antes, a algunos que venían "de uñas" hasta les molestaba que las cosas fueran así.
Eso es lo que le ocurrió a un amigo mío de entonces, compañero de estudios, aberzale, militante de Herri Batasuna, pero, en el fondo, noble como suelen serlo los navarros. Un día se quejaba amargamente y con rabia de que las cosas en la Universidad de Navarra "funcionaban muy bien", que el nivel de la enseñanza "era increíble" y de que "no conseguía encontrar de qué quejarse".
En la Universidad de Navarra se enseña a tener un sentido positivo de la vida. Por eso, el mismo día del atentado el rector, Ángel J. Gómez-Montoro, decía que quería "recuperar cuanto antes la normalidad, y seguir trabajando sin miedo ni rencor".
La delegada de alumnos, poco después del atentado, decía: "Los alumnos seguiremos, con un ánimo renovado, nuestra tarea de formación en la Universidad de Navarra, para que nuestro futuro ejercicio profesional sea una contribución auténtica y comprometida con la paz".
Eso es lo que tratamos de hacer los antiguos alumnos de la Universidad de Navarra, en concreto los casi setecientos que vivimos en Valencia y cuya agrupación me honro en presidir: defender, con nuestro ejercicio profesional, los valores de paz y libertad. Quien no lo entienda, como los terroristas, peor para él. Entre todos tenemos que conseguir extirpar de nuestra sociedad el terrorismo y, con él, todos los planteamientos que ven la violencia como el único medio para solucionar los conflictos entre los seres humanos.
Fuente: lasprovincias.es
El coche bomba en la Universidad de Navarra ha sido una nuevo intento, y ya van seis, de poner frente a las ideas los explosivos, frente al razonamiento sereno el berrido salvaje, frente a la defensa de la vida el objetivo de su aniquilación, frente al esfuerzo y el sacrificio personal y silencioso de varios miles de personas que impregna la vida diaria de la Universidad de Navarra el recurso a la paranoia asesina como único, pobre y triste argumento con el que pretenden aniquilar a quien les dice que no.
Esta vez, y ya van seis, tampoco ha muerto nadie. Pero no hay que olvidar que la Universidad de Navarra la fundó un santo: san Josemaría Escrivá, y digo yo que alguna mano echará desde el cielo. Claro que eso a ellos les trae sin cuidado. Es más, les molesta. No lo entienden. Les repatea.
Yo estuve pasando durante años, todos los días varias veces, justo por el lugar donde ha explotado el coche bomba. Era un estudiante de Periodismo que, como muchos, iba varias veces al día del Edificio Central a la Biblioteca y de las Torres de Belagua a los Comedores Universitarios.
El Edificio Central es de estilo neoclásico, hecho con piedra de granito, y recuerdo que a los nuevos se les tomaba el pelo diciéndoles que era un edificio del siglo XVIII, hasta que averiguaban o les decían que era de los años sesenta. Pero, claro, en la Universidad de Navarra las cosas se hacen bien desde el principio y para que duren. Y ahí está nuestro querido Edificio Central, que ha aguantado ya seis atentados y sigue como el primer día que lo inauguraron, en 1964, con su Bar de Faustino, centro neurálgico de reuniones estudiantiles, y sus pasillos, aulas y dependencias amorosamente cuidados y limpios.
Y todo esto les molesta, como decía, les da mucha rabia. Yo lo viví justo en los albores de la Transición. Mi primer examen de primero de Periodismo tenía que haber sido el día de la muerte de Franco. Eran tiempos de tensión, en los que un buen número de estudiantes manifestaban públicamente sus planteamientos aberzales. La libertad de expresión era total, siempre que estuviera dentro del respeto mutuo. Eran los primeros pasos en nuestra educación para la democracia que íbamos aprendiendo sobre la marcha. En la Universidad de Navarra nos enseñaban, y lo siguen haciendo, a amar apasionadamente la libertad, pero no sólo la nuestra, sino la de todos y cada uno, incluso la de aquellos que rabiaban contra la propia Universidad. Y no era una palabra hueca. Estaba llena de contenido profundo. Entonces sonaba muy novedoso, pero era un mensaje tan viejo como el cristianismo: la libertad de quien se sabe hijo de Dios.
Como decía, en la Universidad de Navarra, además de prepararte al máximo nivel para la profesión que has elegido, el ambiente que se respira es el de gente que quiere hacer bien las cosas, que se esfuerza, que es leal con sus amigos, que está siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesita, que sabe sacrificarse por las cosas que valen la pena y que, en definitiva, te mira a los ojos con nobleza, con sinceridad, con cariño, sin retranca.
Sé que algunos dirán que describo un paisaje idílico y casi bucólico. No me importa. Es tan real lo que digo, que hay miles de testimonios de estudiantes de muchísimos países del mundo, de distintas culturas, incluso de distintas religiones, que han pasado por las aulas de la Universidad de Navarra y se han quedado maravillados de comprobar, día a día, todo esto que estoy diciendo. Claro que, si uno va "a lo suyo", sin importarle en absoluto todos estos valores que describo, no será capaz de apreciarlos y, en algunos casos, como decía antes, a algunos que venían "de uñas" hasta les molestaba que las cosas fueran así.
Eso es lo que le ocurrió a un amigo mío de entonces, compañero de estudios, aberzale, militante de Herri Batasuna, pero, en el fondo, noble como suelen serlo los navarros. Un día se quejaba amargamente y con rabia de que las cosas en la Universidad de Navarra "funcionaban muy bien", que el nivel de la enseñanza "era increíble" y de que "no conseguía encontrar de qué quejarse".
En la Universidad de Navarra se enseña a tener un sentido positivo de la vida. Por eso, el mismo día del atentado el rector, Ángel J. Gómez-Montoro, decía que quería "recuperar cuanto antes la normalidad, y seguir trabajando sin miedo ni rencor".
La delegada de alumnos, poco después del atentado, decía: "Los alumnos seguiremos, con un ánimo renovado, nuestra tarea de formación en la Universidad de Navarra, para que nuestro futuro ejercicio profesional sea una contribución auténtica y comprometida con la paz".
Eso es lo que tratamos de hacer los antiguos alumnos de la Universidad de Navarra, en concreto los casi setecientos que vivimos en Valencia y cuya agrupación me honro en presidir: defender, con nuestro ejercicio profesional, los valores de paz y libertad. Quien no lo entienda, como los terroristas, peor para él. Entre todos tenemos que conseguir extirpar de nuestra sociedad el terrorismo y, con él, todos los planteamientos que ven la violencia como el único medio para solucionar los conflictos entre los seres humanos.
Fuente: lasprovincias.es
rafaeln- Cantidad de envíos : 222
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